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El Coronavirus y la crisis global. Es la hora de la sostenibilidad.

Aún no hemos salido de la crisis de 2008 y tenemos otra más letal, y que puede ser más aguda. Las decenas de miles de muertos por la Pandemia del coronavirus nos está enseñando la precariedad de nuestras vidas y la fragilidad de nuestras sociedades. Los gobernantes de todas las naciones del mundo nos han confinado en nuestras casas, una medida extrema, pero necesaria, para frenar la epidemia. Todos colaboramos en una tarea que se dilatará meses en el tiempo, y en ese esfuerzo estamos. 

Pero no podemos quedarnos sordos, la Tierra nos está hablando y debemos escucharla. Desde hace 50 años el aire de nuestras ciudades no estaba tan limpio, la contaminación ha bajado en todas partes; y en todo el mundo, la rica y variada biodiversidad, por fin, tiene un respiro. Y bastaría un confinamiento mundial de un año para frenar el cambio climático. 

Todo aquello que los gobernantes no han sido capaces de hacer en su soberbia, parece que la Tierra con la humildad propia de la naturaleza y mientras se defiende de los humanos, sus mayores agresores, lo está haciendo con un microorganismo, un virus, un coronavirus, que apenas podemos ver con los mejores microscopios, pero que nos está poniendo en nuestro sitio. 

La madre Tierra está dando una oportunidad al hombre, esperemos no sea la última. Sería insensato no aprovechar esa oportunidad para construir una sociedad más justa, más igualitaria, más humana, es decir, más Sostenible en lo medioambiental, en lo económico y en lo social. O el más oscuro futuro nos espera. 

Pero aún no hemos dejado la cuarentena atrás cuando los defensores del dinero se están quitando el bozal y empiezan a ladrar sus consignas: quitar el salario mínimo, bajar pensiones y sueldos, despido gratis, y sobre todo, sobre todo, rebajar los impuestos a los más ricos; tal como hicieron con la crisis de 2008, recortando servicios sanitarios y todos los cimientos del estado de bienestar, así el 1% de las personas se han hecho mucho más ricos, pero empobrecido al 99% restante. De esta propaganda se ocupan miles de voceros al servicio de las malas ideas de las fuerzas oscuras. Saben que han perdido la batalla de los argumentos, y saben que no podrán imponer sus odiosas medidas de recortes sin sus herramientas favoritas: el miedo y la coacción. Y las utilizarán. 

Saben que la piel de la civilización es fina y frágil, y puede quebrarse. La borrachera de poder empujará a los idólatras del dinero y a sus esbirros adoradores del poder, a enturbiar las vidas y las emociones de todos. Tratarán de culpar de nuestros males a los inocentes, tratarán de llevar al límite las cosas, sacar de los borregos, abusados y humillados, el lobo que todos llevamos dentro, y hacer sufrir a los débiles, a los justos, a los ignorantes, a los pacíficos; y así, ellos vencerán. Pero podemos cambiar ese guión y construir un futuro distinto y mejor.

La Humanidad no ha vivido una crisis global como esta desde la Segunda Guerra Mundial, hace 75 años. En unos meses la economía del derroche se estancará, el paro puede alcanzar cifras enormes, las familias, ya empobrecidas por la crisis anterior, sufrirán más carestías, y la inmensa mayoría seremos más pobres. La Humanidad, en todos sus pueblos, deberá enfrentarse a un dilema del que no podemos huir: civilización o barbarie, llegará la barbarie si dejamos que los poderosos sigan decidiendo nuestro destino, o tendremos civilización si la solidaridad que vivimos estos días difíciles nos ayuda a construir un futuro en el que la inmensa riqueza que genera la economía mundial se redistribuya con equidad e igualdad. Hoy, como en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, solo hay una salida civilizada: construir un estado de bienestar y un equitativo estado de derecho, aquí en Europa, y en los países menos desarrollados, especialmente de África. 

Por encima de las pequeñas minorías de aprovechados, una extraordinaria ola de humanidad envuelve el mundo, y nos enseña, que sin asentar nuestras sociedades sobre los valores de la empatía, la compasión y la ayuda mutua entre personas y estados; y rechazando el egoísmo, la avaricia y la codicia, no hay futuro. Sin acabar con las crecientes e hirientes desigualdades entre personas y territorios, sin devolver a la Tierra su papel de origen y sostén de toda la vida, incluida la humana, no podremos salir adelante, ni pacificar nuestras vidas. Y no tendremos un futuro digno. Sería suicida que tras la cuarentena física, caigamos en otra cuarentena mental. Tan mortal como el virus sería quedarnos como simples espectadores. Lo que necesitan nuestras sociedades, la Humanidad entera, es la participación activa de todos y todas, para que nadie se quede atrás. Llamamos a la acción. Es de justicia.

Pedimos que difundas este manifiesto en la medida de tus posibilidades y si te identificas con él y quieres respaldarlo como particular o como colectivo puedes hacerlo rellenando este formulario de contacto aquí:

                                    Alcalá de Guadaíra, 8 de abril de 2020.

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