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Las estrellas, nuestro planeta, nuestro hábitat, nosotros

Mirar a las estrellas es pensar en nosotros mismos. Mirar a las estrellas no solo tiene relación con esa duda filosófica que desde la antigüedad ha preocupado al ser humano, ¿qué somos? ¿Qué hacemos aquí?… En el sentido más elemental es también una cuestión básica, material, porque como suele decirse: “estamos hechos de polvo de estrellas”. Nuestros átomos y moléculas, los elementos químicos esenciales, se han fabricado en el centro de estrellas de hace millones de años, desde el hidrógeno y el helio originales hasta el carbono y el oxígeno posteriores. De ahí venimos, eso somos, y todo ello tiene su raíz en un acontecimiento inicial, misterioso por la dificultad de imaginarlo, que sigue provocándonos asombro: el origen del universo.

Las teorías científicas sobre el cosmos y su funcionamiento resultan tan complejas y confusas que recurrimos a fórmulas culturales, convicciones religiosas e inspiraciones poéticas para interpretar este infinito laberinto físico-químico del que formamos parte y en el que tan poco significamos, ¿o significamos mucho? Es sorprendente pensar que solo la vida permite corroborar que existe el Universo y que existimos dentro de él. Paradójicamente, la vida, la vida que caracteriza al ser humano, nuestra posibilidad de ser, de mirar y admirar, es precisamente lo que otorga sentido a todo lo que nos rodea.

Pero esta vida, desde que tiene lugar en la Tierra, no es explicable si no se contempla además desde la interrelación de elementos (orgánicos e inorgánicos), desde la necesidad, la interdependencia y la permanente adaptación. Si su surgimiento es ya difícil de entender, la propia evolución –nada lineal- de los seres vivientes, con fases de interrupción, reaparición diferenciada y múltiples derivas según escenarios, en la que terminan apareciendo los homínidos en el grupo de los mamíferos, constituye un curioso e inaudito proceso guiado por la selección natural y el arbitrio de casualidades.

Actualmente, en esta “era del Antropoceno”, nos encontramos en un complicado momento de la llamada relación Hombre-Naturaleza donde la esquilmación de recursos, el cambio climático y los graves problemas socioambientales ponen en entredicho un sistema económico y un estilo de vida sustentados en un consumismo depredador. Por ello es interesante volver a observar el firmamento para reparar en nosotros mismos y reflexionar sobre nuestra relación íntima con el lugar que habitamos. Y podemos hacerlo con esta perspectiva crítica y hacerlo, al mismo tiempo, disfrutando de la infinita belleza de una noche estrellada: en nuestra cúpula nocturna, con el permiso de la Luna Nueva, los planetas del sistema solar muestran su particular brillo y sus diferentes formas y tamaños-distancias; Júpiter con sus lunas galileanas y su gigantesca tormenta, Saturno con su anillo, Marte con su llamativo color rojizo; las constelaciones, con sus figuras más conocidas, recrean leyendas mitológicas que nos sumergen en las raíces de nuestra civilización; la fugaz aparición de un meteoro, que cruza el cielo desde “El Carro” hasta Sagitario, es una sorpresa que nos deslumbra cada vez que se produce.

Acongoja pensar en el tamaño de nuestra galaxia, la Vía Láctea, y es excitante concebirnos dentro de uno de los brazos de su espiral y apreciar en ella, de sur a norte, la proyección estelar del Camino de Santiago, pero es una verdadera pena que la contaminación lumínica de nuestras urbes emborrone un cuadro tan espectacular. El cauce trenzado de la galaxia queda enturbiado a nuestra vista por la luz artificial de la superficie terrestre, como si se tratase de un reflejo de nuestro río Guadaíra y la contaminación de los vertidos que esporádicamente sufren sus aguas. La terrible proliferación de desechos en vertederos de todo tipo, situados en tantos lugares del municipio, también alcanzan cotas más allá de la Exosfera, ahí está toda esa basura espacial que rodea el planeta, un abrigo de desperdicios que representa la voracidad y torpeza de la especie humana.

Es tiempo de pensar seriamente en nuestro entorno, en nuestro hábitat, y podemos hacerlo observando las estrellas. Observando las estrellas y disfrutando de un paseo que, por la ribera del Guadaíra, nos lleva hasta el borde de la apacible planicie de la vega, donde la cornisa de Los Alcores parece poner frontera a la bóveda de luz del área metropolitana y teñir de un negro más profundo el cielo que se levanta delante nuestra. Como sujeto de un nudo en la estrella polar, este cielo nocturno se despliega sobre las cumbres de la Sierra Sur sevillana, va naciendo en el oriente de la campiña y va muriendo en las marismas de Doñana.

Así se propone desde la plataforma “Salvamos el Guadaíra”, que nos invita a realizar una ruta nocturna el próximo día 17 de septiembre con la inestimable colaboración de la Asociación Astronómica Cielo del Guadaíra, una actividad libre y gratuita que no te puedes perder: mirar a las estrellas es pensar en nosotros mismos.     


Francisco José Torres Gutiérrez
Asociación Ecologista Alwadi.ira – Ecologistas en Acción

Fotografías de Rafa Garín

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