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¡Qué Ordenado!

Es final de otoño y los árboles cambian el color de sus ropas y empiezan a quitárselas.

¿Te encanta observar el baile de las hojas coloridas o te causa ansiedad como al tejón Dante del cuento ‘¡Qué ordenado!’ de Emily Gravett?

Antes de que recojas toda esta ‘suciedad’ en sacos de plástico y la tires a la basura (donde se convierte en gases de efecto invernadero) considera estas alternativas:

1. La opción más simple: no hacer nada. Deja las hojas bajo el árbol. Se descomponen con la ayuda de las lluvias invernales y producen un fertilizante de primera para tu árbol. Economía circular en práctica.

2. Si no quieres hojarasca por todo el jardín, puedes apilar las hojas en unos cuantos montones. Servirán de alojamiento para los invertebrados y pequeños animales como erizos o lagartos. Te lo agradecerán en primavera cuando mantendrán a raya los bichitos que quieran atacar a tus cultivos.

3. Usa las hojas como un acolchado (mulching) para tus cultivos de invierno. Un acolchado protege la tierra del sol y viento, mantiene la humedad y previene el crecimiento de malas hierbas. La descomposición de las hojas creará una nueva capa de suelo incluyendo las bacterias y hongos propios de un suelo sano (volvemos a la vida del suelo en un próximo post).

4. Esparce las hojas por el césped. Se convierten en un abono. Es importante no dejar una capa demasiado gruesa porque la hierba necesita exposición solar para crecer.

¿Qué tal, has elegido tu opción preferida?

Mientras lo piensas, mira las angustias del pobre tejón Dante en este libro leído en voz alta:

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